Está claro que cada vez es más complicado conseguir una auténtica intimidad. En un mundo en el que todo se consume incluso antes de existir, en el que la actualidad devora la posibilidad real de un encuentro. En este mundo que estamos construyendo, sin embargo, nos queda la oportunidad de los discos. Ese espacio en el que tienes que parar para escuchar lo que otros nos cantan. Se escribe (y se canta) para que las cosas no desaparezcan del todo, para darles un nombre en los demás, para que queden en otros lugares que no sean solo en tu interior. Escuchar un disco es, en esencia, un acto de soledad compartida porque tienes que permitir el silencio para que otra persona que no eres tú se instale en tus pensamientos, tienes que estar en disposición de no ser tú y ser un poco más un otro. Tienes que dejar que te atraviesen. Solo el que se muestra, el que se muestra vulnerable, puede ser herido, pero también amado. No hay otra manera. Eso es lo que hace el nuevo disco «Corazón y Flecha» de Manuel Carrasco: atravesarte. Ofrecerte un corazón. Y eso no es algo habitual. Esto tiene que ver con una suerte de honestidad, con una verdad reluciente, con huir de las imposturas y volver al comienzo para mirarlo con orgullo. La única manera de hacer futuro es aceptando nuestro pasado. Sí, este corazón de Manuel tiene raíces, es un puzzle de arraigos, como todos, formado por esas pequeñas historias que acaban conformando al final nuestra historia. Aquí está la distancia, están las rupturas, está el porvenir, está el paisaje, el barrio, está el mar, están los miedos, está lo mínimo y lo universal, está un hombre que navega a contracorriente, que se mantiene fiel, que se resiste a prescindir de su sensibilidad. Un hombre que no se conforma es siempre un hombre que apuesta por la libertad. Está claro que cada vez es más complicado coincidir. Que hacerlo es una fortuna. Manuel nos proporciona esa fortuna: la de sacarnos las flechas de la vida, curarnos las heridas y continuar. Escrito por: Roy Galán
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